En 1735, John Wesley publicó un resumen del libro clásico de Tomás de Kempis de 1441, La imitación de Cristo. La edición de Wesley se tituló The Christian’s Pattern. A modo de introducción, Wesley daba a sus lectores una breve serie de instrucciones «sobre la manera de leer este (o cualquier otro) tratado religioso». Las instrucciones no eran del todo obra de Wesley; las tradujo y modificó a partir de la introducción en latín de una edición de la Imitación del siglo XVII. Así que aquí tenemos consejos sobre la lectura devocional, inspirados en un clásico del siglo XV, compuestos por un comentarista anónimo del siglo XVII y editados por John Wesley en el siglo XVIII; publicados en un blog del siglo XXI.
¿Por qué? Porque se trata de un consejo clásico sobre cómo hacerlo exactamente: Programar tiempo para la lectura espiritual, leer para cambiar el corazón y pedirle a Dios que lo haga realidad, leer «sin prisa, con seriedad y con gran atención», entrar en la actitud de la obra que estás leyendo, terminar los libros, buscar puntos de acción y orar para que Dios haga lo que sólo Dios puede hacer. Aquí está Wesley:
Sólo a aquellos que, sabiendo que aún no han alcanzado, ni son ya perfectos, tienen en cuenta esta cosa, y, presionando hacia la meta, no desprecian ninguna ayuda que se les ofrezca, se proponen los siguientes consejos, relativos a la manera de leer este (o cualquier otro Tratado religioso).
I. Primero: Asigna un tiempo determinado cada día para este empleo; y obsérvalo, en la medida de lo posible, inviolablemente. Pero si los negocios necesarios, que no puedes prever o aplazar, te roban a veces tu hora de retiro, toma la siguiente; o, si no puedes tenerla, al menos la más cercana que puedas.
II. En segundo lugar: Prepárate para la lectura, mediante la pureza de intención, buscando únicamente el bien de tu alma, y mediante la oración ferviente a Dios, para que te permita ver su voluntad, y te dé la firme resolución de cumplirla. Una excelente forma de oración para este mismo propósito la tienes en el segundo o tercer libro de este Tratado. [Wesley puede tener en mente cualquiera de una docena de pasajes de los libros II y III de la Imitación. Quizás la oración «tú eres mi sabiduría» sea la más apropiada].
III. Tercero: Asegúrate de leer, no de forma superficial o apresurada, sino con calma, seriedad y gran atención; con las debidas pausas e intervalos, para dar tiempo a las iluminaciones de la gracia divina. Para ello, recuerda de vez en cuando lo que has leído y piensa en cómo llevarlo a la práctica. Además, haz que tu lectura sea continuada y regular, y no divagante y desordenada. Probar muchas cosas, sin fijarse en ninguna, muestra un paladar viciado, y alimenta la enfermedad que lo hace agradable. Cualquiera que sea el libro que comiences, léelo en orden: No obstante, te será de gran utilidad leer una y otra vez los pasajes que más te conciernan y que más afecten a tus inclinaciones o a tu práctica, especialmente si los haces llegar a tu alma añadiendo un examen particular de ti mismo sobre cada punto.
IV. Cuarto: Esfuérzate por adquirir un temperamento que se corresponda con lo que lees; porque es inútil la lectura que sólo ilumina el entendimiento, sin calentar los afectos. Por lo tanto, intercala aquí y allá súplicas sinceras a Dios, para que te dé calor y luz. Selecciona también algunos dichos o consejos notables, y atesóralos en tu memoria; y estos puedes sacarlos en tiempo de necesidad, como flechas de una aljaba contra la tentación (más especialmente contra las solicitaciones a ese pecado que más fácilmente te acosa) o hacer uso de ellos como incitaciones a cualquier virtud, a la humildad, a la paciencia, o al amor de Dios.
V. Concluye todo con una breve súplica a Dios, para que Él, sin el cual nada es el que planta ni el que riega, bendiga la buena semilla sembrada en tu corazón, para que dé frutos de vida eterna.